La patata se originó en los andes y es uno de los cultivos de mayor importancia a nivel mundial. La patata se instala en Europa en el siglo dieciséis a través de España en 1570 y las Islas Británicas entre 1588 y 1593, desde donde se expandió por toda Europa. La producción actual es de 300 millones de toneladas del tubérculo fresco que se extienden en 19.5 millones de hectáreas plantadas. Asía y Europa son las regiones con mayor producción a nivel mundial, con más del 85% de la producción mundial. Hoy en día China es el mayor productor. El consumo asiático representa casi la mitad del consumo mundial, sin embargo su excesiva población indica que la producción anual por persona fue de una modesta cantidad.
Es una planta de clima templado y las temperaturas ideales para su cultivo rondan los 20ºC. Temperaturas muy altas afectan a la formación de los tubérculos y favorecen el desarrollo de plagas y enfermedades. Temperaturas demasiado frías tienen un efecto negativo ya que los tubérculos quedan pequeños y sin desarrollar.
La luz es uno de los factores claves en el cultivo de la patata debido a que induce la tuberización. Los fotoperíodos cortos son más favorables a la tuberización y los largos inducen el crecimiento. Además de influir sobre el rendimiento final de la cosecha, los fotoperiodos largos inducen al crecimiento mientras que los cortos son más favorables a la tuberización. La intensidad luminosa además de influir sobre la actividad fotosintética, favorece la floración y fructificación.
Los tubérculos se plantan sobre los surcos a una distancia de 0.5 m, separándose los golpes a 0.3 m, lo que supone una densidad de plantación aproximada entre 35000 tubérculos/ha., si la plantación es de regadío se podrán alcanzar densidades mayores.
La elección del marco de plantación no tiene influencia directa sobre el rendimiento global de la producción, aunque si la densidad es muy elevada, puede dar lugar a tubérculos más pequeños, debido a una mayor competencia por la luz, agua y nutrientes.
Se trata de un cultivo con grandes necesidades de agua y desde la siembra el estado hídrico del suelo tiene una influencia directa sobre la evolución del cultivo.